Puertas abiertas, septiembre de 2010. Después de la paliza de buzonear a pleno sol de verano, los frutos tienen que llegar, estoy segura.
Y mientras llegan todos esos clientes continuamos con las labores comerciales, llamadas, visitas….
Hombre, el primer día es complicado ya tener servicios, hay que “abonar el terreno”. El problema es cuando el primer servicio aparece casi al mes de la apertura, pero eso sí, un buen servicio, y surgió alguno más a raíz de ese. Pero hasta ahí, porque se iba acercando el primer parón anual, las Navidades.
Y en esa época en la que yo todavía no estaba muy preocupada porque consideraba que era “normal” la evolución de mi negocio, llegan las gerencias asistidas que os comenté en el capítulo anterior. El asesor experto que vamos a llamar Señor X. Persona con la que mantendré una relación amor-odio, sobre todo odio (todo hay que decirlo) en esta primera etapa.
-Yo: Buenos días.
-Señor X: Buenos días, soy el señor X y vengo a ayudarte con tu negocio, para ello necesito que me des la siguiente información: 1….2…..3…..4……5……6….7…..8……9……10…..11…..12….13..….
-Yo: (Ufff)
-Señor X: Porque vamos a elaborar un plan de negocio.
-Yo: No, no, no… ya lo hice.
-Señor X: Da igual, vamos a hacer otro, el mío.
-Yo: Que no.
-Señor X: Que sí.
-Yo: (Que mal me cae este tío, si no va a servir de nada). Vale venga, lo haré.
Y pasaron un par de semanas, y nos metíamos cada vez más en las Navidades y algo iba mejorando la cosa, pero no mucho, pero tranquilidad aun, estás empezando, y siempre nos ha dicho que el primer año es muy muy complicado. En ese momento llega la segunda visita del Señor X, en la cual ya decidí que ese hombre y yo íbamos a terminar mal.
-Señor X: Ya tenemos el plan de negocios terminado.
-Yo: Y bien?
-Señor X: Cierra el negocio.
-Yo: ¿¿¿Comoooo????
-Señor X: Que si, que cierres, que vas a la ruina.
-Yo: (Perpleja y con ganas de echarle de mi oficina). Pues no, yo aguanto, estoy empezando.
-Señor X: No, no aguantas, te arruinas. ¿Cuánto puedes aguantar, 3 meses? ¿Si en 3 meses no has remontado cierras?
-Yo: Si, eso. (No sabía cómo quitármelo de encima).
-Señor X: Bien, en un mes nos vemos de nuevo y me vas contando (con esta voy a tener trabajo, cabezona).
Y yo me decía, no escuches, qué va a saber este señor, no tiene ni idea, esto es así y al final me va a ir bien. Pues bien, este es el peor error que cometí (el tercero y el más grave), no valorar la opinión de un experto. Ay señor X si hubieras llegado antes de abrir…
Os resumo que en la siguiente visita las cosas seguían más o menos igual, crecía pero a un ritmo mínimo y su consejo fue diversificar el negocio, contar con otras alternativas fuera de la ayuda a domicilio. Pues bueno, entre que la franquicia tampoco me dejaba mucho campo de acción y que ya por sistema me había encabezonado en no hacerle ningún caso, seguí igual (cuarto error). Y solo tenía ganas de que acabaran las gerencias asistidas para no tener que escucharle más, porque en mi interior creo que sabía que tenía razón, y solo quería dejar de escucharle.
Después de 3 meses a vueltas con el Señor X se acabó por fin, ¡¡qué alivio!! No puedo hacer nada por ti si no te dejas ayudar me dijo, y te aviso de que no vas a acabar bien, pero no quieres verlo.
Me despedí con una sensación rara. ¿Y si tenía razón? No, tú sigue adelante.
Nos plantamos entonces en la siguiente situación. El negocio no termina de arrancar, ya han pasado varios meses, pero yo (con mi manía de no bajarme del burro más por orgullo que por otra cosa), sigo intentándolo.
En el siguiente capítulo vamos a adelantar bastante en el tiempo, porque 3 años dan para mucho, así que será un resumen de como viví la angustia hasta la decisión del cierre.
Alicia Carrillo.
Y mientras llegan todos esos clientes continuamos con las labores comerciales, llamadas, visitas….
Hombre, el primer día es complicado ya tener servicios, hay que “abonar el terreno”. El problema es cuando el primer servicio aparece casi al mes de la apertura, pero eso sí, un buen servicio, y surgió alguno más a raíz de ese. Pero hasta ahí, porque se iba acercando el primer parón anual, las Navidades.
Y en esa época en la que yo todavía no estaba muy preocupada porque consideraba que era “normal” la evolución de mi negocio, llegan las gerencias asistidas que os comenté en el capítulo anterior. El asesor experto que vamos a llamar Señor X. Persona con la que mantendré una relación amor-odio, sobre todo odio (todo hay que decirlo) en esta primera etapa.
-Yo: Buenos días.
-Señor X: Buenos días, soy el señor X y vengo a ayudarte con tu negocio, para ello necesito que me des la siguiente información: 1….2…..3…..4……5……6….7…..8……9……10…..11…..12….13..….
-Yo: (Ufff)
-Señor X: Porque vamos a elaborar un plan de negocio.
-Yo: No, no, no… ya lo hice.
-Señor X: Da igual, vamos a hacer otro, el mío.
-Yo: Que no.
-Señor X: Que sí.
-Yo: (Que mal me cae este tío, si no va a servir de nada). Vale venga, lo haré.
Y pasaron un par de semanas, y nos metíamos cada vez más en las Navidades y algo iba mejorando la cosa, pero no mucho, pero tranquilidad aun, estás empezando, y siempre nos ha dicho que el primer año es muy muy complicado. En ese momento llega la segunda visita del Señor X, en la cual ya decidí que ese hombre y yo íbamos a terminar mal.
-Señor X: Ya tenemos el plan de negocios terminado.
-Yo: Y bien?
-Señor X: Cierra el negocio.
-Yo: ¿¿¿Comoooo????
-Señor X: Que si, que cierres, que vas a la ruina.
-Yo: (Perpleja y con ganas de echarle de mi oficina). Pues no, yo aguanto, estoy empezando.
-Señor X: No, no aguantas, te arruinas. ¿Cuánto puedes aguantar, 3 meses? ¿Si en 3 meses no has remontado cierras?
-Yo: Si, eso. (No sabía cómo quitármelo de encima).
-Señor X: Bien, en un mes nos vemos de nuevo y me vas contando (con esta voy a tener trabajo, cabezona).
Y yo me decía, no escuches, qué va a saber este señor, no tiene ni idea, esto es así y al final me va a ir bien. Pues bien, este es el peor error que cometí (el tercero y el más grave), no valorar la opinión de un experto. Ay señor X si hubieras llegado antes de abrir…
Os resumo que en la siguiente visita las cosas seguían más o menos igual, crecía pero a un ritmo mínimo y su consejo fue diversificar el negocio, contar con otras alternativas fuera de la ayuda a domicilio. Pues bueno, entre que la franquicia tampoco me dejaba mucho campo de acción y que ya por sistema me había encabezonado en no hacerle ningún caso, seguí igual (cuarto error). Y solo tenía ganas de que acabaran las gerencias asistidas para no tener que escucharle más, porque en mi interior creo que sabía que tenía razón, y solo quería dejar de escucharle.
Después de 3 meses a vueltas con el Señor X se acabó por fin, ¡¡qué alivio!! No puedo hacer nada por ti si no te dejas ayudar me dijo, y te aviso de que no vas a acabar bien, pero no quieres verlo.
Me despedí con una sensación rara. ¿Y si tenía razón? No, tú sigue adelante.
Nos plantamos entonces en la siguiente situación. El negocio no termina de arrancar, ya han pasado varios meses, pero yo (con mi manía de no bajarme del burro más por orgullo que por otra cosa), sigo intentándolo.
En el siguiente capítulo vamos a adelantar bastante en el tiempo, porque 3 años dan para mucho, así que será un resumen de como viví la angustia hasta la decisión del cierre.
Alicia Carrillo.